Los
primeros asesinos a sueldo fueron los nizaríes iraníes del siglo XII (a quienes
se les conoció también como hashshashiyyín o asesinos, dada su adicción al
hachís). Los sicarios (sicarium) se originaron en Roma en el siglo I, y se les
llamó así porque utilizaban la sica, una daga corta que se ocultaba fácilmente
bajo la ropa; sicarius significa “hombre de la daga”. Después de asesinar a su
objetivo, se lamentaban del hecho para desviar la atención y no ser capturados.
Con
el paso del tiempo, los sicarios fueron especializándose y sus objetivos
incluyeron figuras públicas (principalmente políticos), empresarios, particulares
(deudores morosos o personas con propiedades que heredarían los contratistas de
los sicarios), delincuentes (pertenecientes al crimen organizado), policías o
militares (que amenazaban a dichos grupos delictivo.
Los
asesinos a sueldo casi siempre son ex policías, ex militares, ex guerrilleros,
miembros de pandillas, integrantes de grupos paramilitares o delictivos (como
las mafias, los cárteles de la droga, contrabandistas, mercaderes de la muerte,
falsificadores o tratantes de blancas, etc.), o inclusive amateurs que buscan
labrarse una reputación en esta actividad. Cuando se trata de ejecutar crímenes
políticos, pueden ser militares o policías en activo.
Un
asesino por contrato casi siempre actúa solo. Puede utilizar armas de fuego,
armas blancas, armas contundentes e inclusive agentes biológicos, físicos o
químicos. La ejecución, salvo casos excepcionales, debe ser rápida.
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